Lo hemos dejado. ¿Y ahora qué hago? La ruptura es un momento muy difícil de digerir; es normal que nos sintamos perdidos, muy vulnerables.
Es probable que empecemos a sentir ansiedad no solo por la pérdida de nuestra pareja sino por saber cómo va a ser nuestra vida a partir de ahora. La incertidumbre, la sensación de que nuestra vida tal y como la conocemos se ha derrumbado, puede generar un gran sentimiento de desamparo.
Es importante saber que tener este tipo de sentimientos y de pensamientos es normal, pero no debemos de precipitarnos y querer resolverlo todo inmediatamente.
Una ruptura de pareja no deja de ser un proceso de duelo, con una serie de fases que hay que atravesar y debemos de tener en cuenta que cada cosa lleva su tiempo. Antes de construir, tenemos que reconstruir.
Lo primero que debemos saber, una ruptura de pareja es muy dolora, debemos de estar mentalizados para saber que vamos a vivir un proceso difícil, aunque esto cambia mucho según las circunstancias en las que se ha producido la ruptura.
No es lo mismo dejar a que te dejen, no es lo mismo romper con alguien con el que llevabas un año que con alguien con quien llevamos 10 años, y tampoco es lo mismo que sea la primera vez que rompes con alguien o que ya hayas pasado por esto unas cuantas veces.
Con esto, no quiero decir, que necesariamente tenga que ser más doloroso una ruptura de una pareja que llevaban más tiempo. Simplemente la problemática cambia, teniendo en cuenta que en una ruptura de pareja se pasan por varias fases: Negación. Ira. Negociación. Depresión y Aceptación.
Dependiendo de las circunstancias de cada uno, pasaremos más tiempo en una fase que en otra y nos podremos quedar atascados si no tomamos una serie de pautas que pueden ayudar en cada fase:
Fase de negación: En los primeros días tras la ruptura, muchas personas se encuentran en un estado de “shock”, todavía no han procesado lo que ha pasado; se trata de un mecanismo de defensa que utiliza nuestro cerebro para darnos un poco más de tiempo para digerir lo ocurrido. Estar en negación es normal y está bien durante los primeros días y primeras semanas. Normalmente este estado no dura mucho y de forma natural vas saliendo de ahí.
Se puede “patologizar” si nos resistimos a sumir lo que ha pasado. Por ejemplo, no comunicándole a nuestro entorno que ya no estamos con esa persona.
Tal vez, nos dediquemos a salir de fiesta día tras día para no pensar y no permitirnos el espacio que necesitamos para asumir lo ocurrido. Al principio, no hace falta que hagamos nada, si nos sentimos bien tras la ruptura, está bien así, pero no debemos de “esconder” el dolor, en el momento en el que aparece, debemos de permitirnos sentirlo.
Fase de ira: cuando la ruptura sigue estando muy reciente, es muy frecuente sentir mucha ansiedad, perder el apetito, no poder dormir y sentirnos incapaces de disfrutar de las actividades diarias. Cuando nos sentimos así, aparece el enfado, “Fíjate lo que me ha hecho, es injusto, yo no tengo por qué sentirme así” Solemos tener este tipo de pensamientos. No siempre nos enfadamos con la otra persona, también podemos sentir un enfado hacia la vida en general o incluso descargar esa rabia contra nosotros.
En esta fase, ayuda mucho escribir, soltar toda la rabia que llevamos dentro.
Da igual si es tenemos motivos para estar enfadados o no, no se trata de permitirnos estar enfadados solo cuando tenemos razón. El enfado es una emoción que aparece cuando nos sentimos heridos y punto.
Debemos darnos permiso para sacar ese enfado y poder liberarnos. Si lo reprimimos solo vamos a alargar el proceso de duelo y nos vamos a hacer más daño.
En esta fase, ayuda mucho pensar en las cosas malas de tu expareja, en lo que no te gustaba y que ya no vas a tener que aceptar más. Permítete hacerlo, con el tiempo podrás ser más objetivo, pero ahora mismo está bien centrarte en lo que no te gustaba como un mecanismo de desapego.
Fase de negociación: en este periodo buscamos soluciones, ya no queremos sentirnos así, por lo tanto, buscamos cualquier alternativa que nos permita sentirnos un poco mejor.
Debemos de tener cuidado, porque es un momento donde somos muy propensos al “autoengaño”.
Al igual que en la fase anterior solo vemos las cosas malas de nuestra expareja, en esta nos sucede todo lo contrario.
Empezamos a acordarnos solo de lo bueno, de cómo nos sentíamos sobre todo al principio, cuando estábamos en la fase de enamoramiento. Incluso, si teníamos muy claro los motivos de la ruptura, en esta fase ni siquiera nos acordamos. Por eso, es importante no dejarnos llevar por la impulsividad del momento, nos va a venir bien observarnos sin hacer nada, ahora no es momento de tomar decisiones.
Ahora necesitamos un tiempo para nosotros y cuando nos sintamos más estables ya será momento de actuar.
Más o menos, para que sirva de referencia, esta fase se suele atravesar aproximadamente cuando han pasado entre dos y tres meses desde la ruptura.
Fase de depresión: este es el momento más difícil de todos, realmente aquí empezamos a sentir la pérdida de verdad y todo lo que eso implica. Ya no buscamos negociaciones, ahora ya sabemos que no vamos a volver con esa persona. Aunque es difícil, y vivimos en una sociedad donde evitamos constantemente las emociones negativas, estas son necesarias, porque nos colocan hacia dentro y nos permiten reestructuras las prioridades.
Si tenemos ganas de llorar, es lo mejor que podemos hacer, llorar todo lo que necesitemos, sin restricciones.
Cuanto más nos permitamos conectar con lo que sentimos, antes saldremos de este proceso y lo habremos resuelto mucho mejor para afrontar una próxima relación de pareja más adelante.
No se trata de caer en posturas victimistas ni de regocijarnos en el dolor.
Se trata de permitirnos sentir la tristeza, pero, aunque nos sintamos así, debemos hacer pequeños esfuerzos por hacer alguna actividad, por pequeña que sea, debemos de buscar hacer cosas que nos gustan.
Eso sí, permitiéndonos el espacio para llorar todo lo que necesitemos, ni más ni menos.
Fase de aceptación: estamos en la recta final, por fin, los días empiezan a ser más buenos que malos y aunque todavía nos duela, ya es mucho menos intenso.
Ahora si es momento para pensar en restructurar nuestra vida, en plantearnos nuevos objetivos y proyectos.
Es una etapa fantástica para descubrir nuevas actividades y hobbies, para explorar y aventurarse a hacer cosas nuevas. Ahora podemos empezar a disfrutar de tiempo libre que nos ha regalado esta situación. Ese tiempo que antes invertíamos en nuestra pareja, de repente, se queda vacío y al principio no tenemos la cabeza para pensar de qué manera podemos utilizarlo para nuestro beneficio, pero ahora sí.
Ahora podemos empezar a construir, y a sacar las conclusiones y los aprendizajes que nos ha brindado esta experiencia.
En esta fase, es bonito escribir de nuevo, hacer un ejercicio sobre tu antiguo yo y tu nuevo yo, que está empezando a resurgir y poner consciencia en lo que ahora quieres conseguir.